El 25 de noviembre de 2016, hace 4 años, pasó a la inmortalidad el líder histórico cubano Fidel Castro Ruz, patriota de pura sangre, servidor, humilde de sentimientos, trabajador, luchador incansable y un eterno revolucionario.
Porque Fidel era todo eso y mucho más, amó a su Cuba como nadie y desde muy joven sus pensamientos aclararon el camino de una lucha sin descanso contra quienes oprimían y explotaban a un pueblo entero.
Tenía tiempo para pensar en todo y en todos, eso lo vivimos desde enero de 1959 cuando asume la responsabilidad de un país que en ese momento se ahogaba en la más triste miseria, pero él siempre supo cómo llevarlo adelante.
Fidel era de esas personas que tenía la posibilidad de visitar el futuro, caminar con su pensamiento y al retornar decirnos el mejor sendero para enfrentar las dificultades de turno y las que imponía el creciente bloqueo norteamericano contra Cuba.
Trato de buscar palabras que se parezcan a él, ser justo cuando hablo de lo que hizo por el bien de los cubanos y del mundo, sí porque con su andar logró que esta pequeña Isla se convirtiera en faro y guía de lucha para muchos países del planeta.
El gigante de América detuvo el reloj de su existencia, pero fue convocado a la inmortalidad, se le recuerda y muy bien, se le recuerda por esos pequeños detalles con los que arrastró y convenció a toda una nación que hoy en día vive sus discursos y palabras.
Era el primero en el combate como barbudo, ante cualquier agresión enemiga, estaba en la puntera si de ciclones se trataba, y que decir de la llamada crisis de octubre donde mostró sin miedo la valentía de un verdadero líder frente a su pueblo.
Su ejemplo vive en la nueva generación de cubanos, su legado camina en las batallas de ahora, su verbo firme se recuerda estremeciendo tempestades y entregándolo todo sin dejar nada para después.
Fidel es nuestro Fidel, ejemplo y guía, amigo inseparable, un hombre que nació para siempre.
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